domingo, 4 de abril de 2010

Dunja

Me baje del metro en busca del hotel. Salí de la
estación “Voltaire” con la lamparita casi apagada por
el cansancio que traía encima, apenas asome la napia
me encontré con una especie de obra en construcción y
me asusté; por un momento pensé que después de dar
tantas vueltas estaba otra vez en Madrid. Pero no. Un
café parisino que estaba a escasos metros me hizo dar
cuenta que no.
Esa noche solo deseaba descansar y busque
desesperadamente el hotel que había reservado desde
Madrid, se ubicaba en la Rue Richard Lenoir, calle que
no sé a donde carajo está, y en honor a las
probabilidades , en la puta vida lo sabré.
Al ver que caminaba sin llegar a buen puerto, le
pregunté a un hombre en una esquina en que lugar
estaba ubicado yo en ese momento y donde quedaba la
Rue Richard Lenoir. Este caballero, con mucha cortesía
y una sonrisa, me dió una explicación indescifrable.
Acto seguido me subió al metro y volví a desembocar en
la estación Voltaire, volví a subir por una escalera
mecánica mugrienta que hacía un ruido muy peculiar,
como si se estuviese riéndo de mí. Al salir , me
encontré un chino y me asusté, creí estar de nuevo en
Lavapiés, cerca de la casa de mi amiga Maite Rivera
Carbonell, portorriqueña famosa por su olor a pata,
pero no, el chino hablaba francés y me hizo una seña
de que lo siguiese, aparentemente me estaba llevando
a la famosa Rue Richard Lenoir. Y la mala costumbre
que tengo que preguntarle a los chinos nombres de
calles y lugares otra vez me jugó una mala pasada y
digo otra vez porque la última vez que le pregunté a
un chino en Buenos Aires donde podía conseguir
manzanas verdes, esas que son ácidas, estando yo en
Avellaneda termine en la manzana de las luces, y para
colmo el lugar estaba cerrado. Lo peor del caso es
que, volviendo a París, caminando y caminando nos
perdimos juntos, fijate vos que si en vez de ser un
chino hubiese sido una francesa ponele, habría sido
hasta romántico, pero no. Era un chino que solo había
bajado a fumarse un cigarrillo, se perdió conmigo y
entonces casi se pone a llorar . Empecé a hablarle
para que se relaje pero claro , no le hablaba en
francés, y mucho menos en chino, le hablaba en inglés
, pero claro mi inglés es un poco raro, o mejor dicho,
escaso o escasi (que no es porque hable rápido) casi
alemán. Entonces trate de convencerlo de que
preguntando iba a poder volver a su casa, que no
estaba en la M30 de Madrid, ni tampoco en Parque Chas
en Buenos Aires, que seguía estando en París. Pero no
había manera de que se consuele, de minimizar el
hecho, entonces fué cuando lo subí al metro y le dije:
quedate tranquilo Bruce Lee, que seguro que este te
deja en Voltaire y ahí volves a arrancar de nuevo. Yo
segui caminando y encontré un hotel que por supuesto
no era el de la Rue Richard Lenoir, cristiano que ya
me estaba cayendo bastante mal...
A la mañana siguiente me tome el metro con destino
Opera, otra estación del metro, y camine hasta llegar
a Montmartre, me instale en un hotel en ese barrio. En
un rato me encuentro con Dunja, nos encontramos a las
5 en Pigalle.

Anduve paseando un poco por Montmartre, es encantador.
Me encontré con Dunja, la reconocí inmediatamente
cuando la ví. Llegamos a un café y hablamos, y
hablamos, después nos fuimos en metro hasta el Sena y
llovió, pero seguimos andando y hablando, cruzamos en
pont des art´s y llegamos hasta el museo del Louvre.
Algunos minutos después nos encontramos con la prima
de Dunja y fuimos a tomar un té a un lugar turco.
Conversamos mucho entre castellano e inglés porque mi
francés es mas que escaso, inexistente. Esa noche
terminamos en un sushi y se agrego a la cena “Tito”,
un colombiano muy simpático y conversador, amante de
la cultura barrial argentina, música, fútbol,
Maradona, Gardel. Dunja estaba enojada con Maradona,
Diego había dejado colgado a su papá en Belgrado, a
una hora de estar llegando a su casa que queda en una
montaña. Diego le pidió al chofer que de la vuelta y
regresó a Buenos Aires. La película sobre Diego no se
pudo terminar, trate de explicarle que Diego es
impredecible, pero claro , lo vió con sus propios
ojos.
Esa misma noche fuimos a una milonga, yo estaba en
zapatillas pero nos mandamos igual, era en el barrio
latino. Tito se la pasó hablando toda la noche, Dunja
me miraba como pidíendome disculpas, pero Tito era
simpático.
Bailamos tango y nos quedamos hasta el final
deleitándonos con Pugliese y unas versiones de Hugo
Diaz que me encantan. La nota simpática la dió un
chino bailarín de tango; sacaba a bailar a todas las
lindas. El tipo no paraba de bailar y de sonreír. Sigo
sin entender de que carajo se ríen los chinos todo el
tiempo. Como a las 5 me tome un taxi al hotel, a
dormir.
El domingo, a la mañana siguiente ,estaba nublado.
Subí al metro y llegue a la torre Eiffel, baje
caminando por les Camps Elysees y el arco del triunfo
(deben haber ganado por goleada , porque era grande) y
me senté un poco a descansar, me leí un libro de
poesías de Cortazar que me regaló Leo Salvini. Como a
las 6 me volví a encontrar con Dunja en el Puente, el
mismo puente de los encuentros con La Maga. Al rato
vino una amiga de Dunja que también es Serbia,
volvimos al café turco , empezaba el Ramadán y nos
convidaron unos dulces y dátiles muy ricos. Paseamos
por las calles de Rayuela, el río fue el paisaje
preferido para conversar, muy cerca de Notre Dame,
Dunja es una chica encantadora.
Esa misma madrugada, regrese a Madrid.

París, 23 de septiembre

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